Autorrepresentación y misterio
Hay en la historia del arte una insistencia del ser humano por verse a sí mismo que nos lleva a vernos todos y cada uno en una imagen repetida hasta la saciedad, y al mismo tiempo totalmente imprescindible. Durante épocas previas del arte –ese periodo con una supuesta claridad respecto a las producciones artísticas– existía el autorretrato, como una forma que le permitía al artista colocarse frente a los demás y decir quién era. Hoy, hay un proceso complejo que no nos permite llamarle autorretrato, y buscamos otros nombres, el más común es autorrepresentación.
1.
No importa que nombre le demos, hay un momento en la representación en que el artista realiza un acto performático, en el que se ve a sí mismo y conlleva a una identificación con su espectador. A través de la acción, se cuestiona al público, al artista, al medio en que se hace. Pienso en el momento clave en que Cris Bierrenbach en su obra Identidade se destroza ante la cámara, ante nosotros, para enseñarnos que el género y la belleza pueden ser aludidos de formas lúdicas y violentas, que el género es una construcción social a la que todos nosotros accedemos a través de lo performático. Lo actuamos y lo repetimos, y en ese mismo sentido, Bierrenbach realiza un acto ante nosotros en el que se lo quita y se lo pone. Lo adopta, lo deshecha y lo retoma. Nosotros somos su espejo. La vemos en ese proceso de destrucción y nos sentimos fuertemente atraídos ante la imagen de una práctica por la que todos hemos pasado sin darnos cuenta.
Identidade por Cris Bierrenbach
2.
Del otro lado del espejo está Nicola Costantino, con su pieza Rapsodia inconclusa. En esta video-instalación que se presentó en la Bienal de Venecia y estuvo rodeada de una polémica política –cuando el gobierno argentino quiso darle su propio final1–, Costantino toma los recuerdos encajados en la memoria argentina y nos trae a una Evita íntima, que es Eva pero es Nicola. En esta obra, la autorrepresentación es una forma de autodestrucción y reconstrucción de la imagen de sí misma y de la de un icono histórico de la Argentina moderna. Es una puesta en escena, una construcción performática del cuerpo de la artista en el cuerpo de Evita. Costantino utiliza la tecnología para reconstruir, a través de la escenografía y el video, la historia del aparato que supuestamente utilizó Eva para sostener su enfermo cuerpo durante su última presentación en público. Una Eva que quería sostener una imagen de fortaleza. Un cuerpo de Nicola que nos presenta una herida y un misterio.
Rapsodia inconclusa por Nicola Costantino
3.
El misterio de Eva se concatena con la obra de Meshes of the Afternoon (Líos vespertinos), de Maya Deren, donde la artista utiliza su imagen repetidamente, como una forma de confrontarnos con aquellos pasajes de nuestra vida cotidiana y nuestra psique para ponernos en lugares terroríficamente conocidos. Deren persigue una figura misteriosa para encontrase consigo misma una y otra vez. Las representaciones de Maya son ominosas y sumamente bellas. Nos recuerdan que estamos aquí solamente por un instante.
Meshes of the Afternoon de Maya Deren
Final
Cuando Guillermo Gómez Peña en su video performance A muerte (Segundo duelo) nos mira y nos dice: "Te tengo una sorpresa", a partir de ese momento hay una puesta en escena, que nos hace comprender el performance. Varias preguntas quedan abiertas. Él pone su cuerpo, igual que Bierrenbach, Costantino y Deren. Su cuerpo está ahí como una autorrepresentación y también como un instrumento didáctico. La herramienta más poderosa, una pistola, la tiene en sus manos. Nos apunta y nos enseña de forma directa lo que todas las demás obras nos han señalado de forma sutil. Una autorrepresentación performática habla del ser humano mismo y nos confronta con lo que somos y lo que no somos. Cuando vemos a Deren verse a sí misma, a Bierrenbach destruirse en la violencia, a Costantino construirse en el cuerpo de otra y, finalmente, a Gómez Peña apuntándonos con la pistola, nos damos cuenta que lo que nos presentan es nuestra finitud y fragilidad. Lo que somos y lo que hacemos se debe al tiempo, a la herida de saber que nos vamos a morir, a la fragilidad de la piel y el absurdo cautiverio de las limitaciones sociales. Y es ahí donde nos vemos todos y cada uno.
A muerte por Guillermo Gómez Peña