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II

Eventualmente la administración Bush contribuyó a la re-politización del arte. ¿Por qué? Todos los valores y principios que ellos decidieron atacar eran consustanciales a la práctica artística. Entre otros, la libertad de expresión, las libertades civiles, la diversidad cultural, la tolerancia, el derecho a disentir y a criticar al poder.

En vista de que la mayoría de los espacios institucionales se cerraron al arte crítico, el espacio virtual se tornó en un territorio contestatario por excelencia. Un nuevo movimiento anónimo de arte político comenzó a surgir. Afiches sin firma, caricaturas políticas, graciosísimas imágenes de Photoshop y películas en QuickTime criticando a Bush y a sus contados colaboradores internacionales circularon en el espacio virtual. Después de que un grupo de poetas rechazó la invitación “faustiana” de la Primera Dama para una lectura de poesía en la Casa Blanca, apareció un enorme sitio de “poesía contra la guerra” que por un tiempo fue quizá el sitio Web de literatura más visitado de la historia. A principios del 2003 cuando se aproximaba la irracional invasión de Irak, hubo sectores de la comunidad intelectual e incluso de las esferas de la música pop y del establishment de Hollywood que finalmente comenzaron a romper el silencio. Nos conmovió profundamente oír a celebridades como Susan Sarandon, Harry Belafonte, Martin Sheen, Danny Glover y hasta las Dixie Chicks expresar abiertamente su postura.

A mediados de febrero, más de 20 millones de personas en todo el mundo demostraron enérgicamente su rechazo a la guerra. Muchos artistas, estudiantes e intelectuales que no circulan normalmente por la vía de la política estuvieron presentes junto a un sinnúmero de improbables colegas que incluían amas de casa, ancianos, veteranos de guerra, y ciudadanos apolíticos que habían perdido sus empleos recientemente debido a la estrecha visión de las políticas económicas de Bush. La mayoría de las manifestaciones fueron pacíficas y muy imaginativas, en términos de estrategias de representación, lenguajes visuales y slogans políticos. Un asomo de esperanza pareció surgir momentáneamente en el humeante horizonte.

III

Artistas y administradores, curadores y productores artísticos enfrentan muchos predicamentos. Debido al drástico recorte de fondos, las instituciones culturales han tenido que reducir considerablemente sus programas y personal. La mayoría de las organizaciones civiles y espacios de arte alternativo enfrentan su posible desaparición dentro de los dos siguientes años. Cada semana oímos de otro administrador artístico o colega artista que acaba de ser despedido. Comisiones y giras son cancelados a diestra y siniestra. Solamente nuestra organización La Pocha Nostra ha perdido diez importantes comisiones desde el 11 de septiembre y desde noviembre del 2003, 70% de nuestro presupuesto proviene de nuestras giras internacionales.

El precio que la era Bush ha hecho pagar a la salud física y mental de la gente es enorme. Entendiblemente todo el mundo está exhausto, pobre, sobre-trabajado y terriblemente asustado por su futuro inmediato; nuestras comunidades se encuentran confundidas y ni siquiera tenemos a la mano un proyecto político que nos ofrezca una alternativa. No es coincidencia que en los últimos dos años -en un panorama dominado por la violencia social, racial y militar- las enfermedades, los divorcios y los suicidios hayan aumentado exponencialmente. Es comprensible que nuestras mentes y cuerpos hagan suyo el dolor sufrido por el cuerpo social y la confusión de la psique colectiva.

Estas dramáticas condiciones están forzando a nuestras delicadas comunidades artísticas a auto criticarse y auto cuestionarse profundamente. Por todo Estados Unidos en todos los espacios artísticos, galerías, teatros, cafés bohemios, estudios de grabación y de ensayo, estamos expresando nuestra perplejidad y haciéndonos preguntas semejantes:

¿Cuáles son los nuevos papeles que como artistas e intelectuales tenemos que jugar en esta cartografía del terror? ¿Cómo restauramos el espejo de la critica cultural para que la sociedad pueda contemplar su propio reflejo ético? ¿Son los artistas críticos una especie en peligro de extinción en los EE.UU.? ¿Queremos vivir en un país sin museos, galerías, teatros, centros culturales, periódicos literarios, festivales de cine ni prensa alternativa? Si los Estados Unidos sigue este camino y decide convertirse en una sociedad cerrada y un páramo cultural, podremos tolerar el vivir en el ostracismo o volvernos expatriados en Canadá, México o Europa?. ¿Qué acciones concretas podemos realmente llevar a cabo como sector (y no como individuos privados de derechos políticos) para reclamar nuestro robado ser cívico y nuestro legítimo derecho a crear y articular nuestras visiones artísticas? ¿Cómo mantener con vida estas cuestiones y discutir estrategias de sobrevivencia con nuestras comunidades locales y nacionales y presentar nuestro caso para ganarnos las simpatías de la prensa y miembros de la clase política?

IV

Desde el 9 de septiembre he tenido un sueño recurrente. Sueño con un país lejano en el que los artistas son respetados del mismo modo en que las celebridades pop, los militares y deportistas lo son en los EE.UU. Los artistas perciben un salario decente, tienen su propia casa y autos, gozan de vacaciones y tienen seguro médico. Los medios y la clase política valoran sus opiniones. Juegan varios papeles en la sociedad, son críticos, cronistas, asesores, diplomáticos intelectuales, agentes comunitarios y líderes espirituales. En esta sociedad sui-generis podemos comprar libros de poesía y revistas de arte en cualquier tienda. Escritores, filósofos y artistas de performance aparecen diariamente en la televisión y radio nacionales. Los museos son gratuitos y todos los vecindarios tienen su propio centro cultural. En esta sociedad insólita, hasta las corporaciones, ayuntamientos, distritos escolares y hospitales contratan artistas como asesores y animadores. En esta sociedad imaginaria, los artistas no se ven forzados a escribir un texto como este.

Guillermo Gómez-Peña.
(Para solicitar permiso de impresión, ponte en contacto con Kari Hensely en pochnostra@aol.com)

Guillermo Gómez Peña © Pedro Meyer, 1995

Artista de performance y escritor. Nacido en México, llegó a los Estados Unidos en 1978. Desde entonces se ha dedicado a la investigación de la cultura fronteriza e identidad transcultural. A través del periodismo, el performance, la radio, el video, la poesia y las instalaciones, ha explorado la naturaleza de las relaciones entre los latinos y los Estados Unidos. De 1984 a 1990 fundó y participó en el "Border Arts Workshop" y en el programa de radio nacional "Crossroads".

Es uno de los editores de las revistas "High Performance" Y "Drama Review". Entre otros reconocimientos, ha recibido: el "Prix de la Parole" en el Festival Internacional de Teatro de America en 1989 ; el premio Bessie en Nueva York en 1989; y la Beca Mac Arthur en 1991. También es autor del libro "Warrior for Gringostroika" editado por Graywolf Press en 1993. Su libro "The New World Border" recibió el American Book Award de 1997.


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