TRECEAVO-
CATORCEAVO-
QUINCEAVO
DIA:
13-14-15 DE JUNIO

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Tornado

 

ST. LOUIS, MISSOURI.

 

Desde la vez que vi El mago de Oz cuando era niño me fascinan los tornados. En la película, el tornado es una especie de torbellino síquico en el cual cae Dorothy, interpretada porJudy Garland, y experimenta un "viaje" a ese lugar "en algún lugar más allá del arcoiris", una región donde todos rebosan technicolor, donde los personajes y los símbolos aparecen torcidos e intensos como bajo LSD–un estado de ensueño. El viaje termina con la leyenda: "No hay ningún lugar como el hogar". Pero por supuesto que Dorothy nunca se habría dado cuenta del valor del hogar de no haber sido levantada por el tornado y lanzada al país de Oz.

Cuando era un niño, mi Oz era Tijuana. Un par de veces al año nos apiñábamos dentro de la camioneta Chevrolet roja y nos íbamos por la autopista 5 hacia la frontera. Siempre me daba una sensación de vértigo al acercarme a la línea. Del lado norte había condominios horizontales de clase media, calles limpias sin baches, sin ruido, sin olores– de alguna manera yo lo veía todo blanco y negro, como si hubiese una ley contra el color.

Ay, ¡pero el cruce hacia el otro lado! ¡Los neones púrpuras zumbando, que anunciaban farmacias y antros de strip tease y corridas de toros! El estallido de la música disco en la avenida Revolución, el olor de las quemas de basura, la anarquía del tráfico, lo completamente ruidoso del ambiente! Tijuana era technicolor.

Para este niño mexicano-salvadoreño nacido en Estados Unidos, Disneylandia estaba al sur de la frontera. Para los migrantes, se encuentra de este lado. Por más dura que la vida pueda ser para los viajeros, todavía es una aventura, un viaje hacia un estado de ensueño tipo Oz, donde nada es familiar, donde todo está de cabeza. Esto tiene sus lados buenos y sus lados malos, por supuesto. Mientras que los mexicanos recién llegados se pueden maravillar de las comodidades divertidas de la vida en el norte, también se irritan contra el completo orden de todo. Cuántas veces he oído decir a un migrante: "Tienen una ley contra la diversión en este país." Y eso quiere decir: "Uno simplemente no puede hacer una fiesta en la acera cuando le da la gana."

Durante los dos últimos días, la sirena de alerta de tornados en la gasolinera enfrente de Crystal Gardens (jardines de cristal) ha sido accionada varias veces. El viernes, una nube negra masiva flotaba sobre el aeropuerto y los relámpagos caían como dardos enloquecidos hacia la tierra. Al mismo tiempo, una nube en forma de embudo se retorcía hacia abajo desde el cielo más allá del Arco de St. Louis al este de la ciudad. Cayó un chaparrón y granizo del tamaño de pelotas de golf . Mi primera tormenta real del centro oeste.

El tornado de la economía global ha levantado a los migrantes y los ha enviado a Oz. Todavía tienen que encontrar la Ciudad Esmeraldina...que en la película, por supuesto, es una ilusión, una bellísima, espantosa mentira…pero han descubierto algo acerca de sí mismos, y sus anfitriones, en el camino. A diferencia de la película, sin embargo, "no hay ningún lugar como el hogar" no es la única premisa del guión. Como hemos visto, la atracción hacia el hogar lucha contra las visiones del futuro, con la eterna seducción de la Ciudad Esmeraldina, exista en realidad o no.

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Si es que debe haber una heroína en este cuento, esa debe ser Rosa Chávez. Baltazar podría ser el que juega el papel del profesor y guía para la familia por su talento para aprender rápidamente los modos de vida en Estados Unidos, y la disciplina recién encontrada de Wense hacia el trabajo y el sentido de responsabilidad proporciona otra base sólida, pero es Rosa la que ejerce la mayor autoridad moral aquí.

Me encontré por primera vez con la familia Chávez un par de semanas después de la muerte de Benjamín, Jaime y Salvador. Era domingo, todos estaban vestidos para la misa. Los hermanos de Rosa, Florentino y Fernando se encontraban allí, y sus esposas e hijos, y la madre de Rosa, María Elena, y las mujeres e hijos de los fallecidos. Pero nadie me habló más que Rosa. Y ella habló claramente, con ímpetu, sonoridad, con puntos concisos, acerca del significado de la tragedia y de la búsqueda de justicia de la familia en el caso (demandaron al gobierno de Estados Unidos por poner en peligro la vida de los hermanos imprudente e injustificadamente). Acerca de las razones por las que tanta gente abandona Cherán e intenta su suerte en el norte. Acerca de lo absurdo que resultaba que la falta de un pedazo de papel y plástico–una tarjeta verde/green card– fuese lo que, finalmente, había matado a los hermanos.

Rosa es como muchas mujeres migrantes que conozco. Como Reyna Guzmán, ella es tanto tierna como feroz… no acepta chingaderas de nadie. Cuando Wense se descarrila, ella le expresa su descontento. Me da la impresión de ser una mujer que está muy consciente de que quizá algún día tendrá que llevarlo a cabo sola como madre– y se encuentra lista para esa situación. Ella no asume el estereotipado papel pasivo de la mujer mexicana. No le gusta cocinar; de hecho, Wense y sus hermanos se pasan buenos ratos en la cocina preparando las comidas y compartiendo el lavado de los platos. En la hacienda, ella ha manejado el tractor. Ha manejado el coche de la familia. En Cherán, las restricciones de la tradición le habrían impedido cualquiera de estas cosas sin que se levantaran un par de cejas y los machos aullaran en señal de desaprobación.

Rosa

Hubo un tiempo en el que la migración le ofrecía a los hombres de Cherán carta blanca para tener su aventura "en la carretera"; hombres que actuaban como niños y niños que actuaban como hombres, que trabajaban duro y festejaban duro, una novia en el norte y la esposa y los niños en el hogar…

Los tiempos han cambiado. Baltazar me dice que Charly, el coyote del pueblo, es extra cuidadoso estos días cuando se le acercan mujeres en Cherán. Más de una le dijo que sus maridos tenían el dinero a la mano en Estados Unidos, pero ese no era el caso. Los maridos le habían dicho a las mujeres que se quedaran en casa…y allí oían rumores de infidelidad y parranda…y así, sin decirle a sus maridos, iban a ver a Charly…y simplemente aparecían en Los Ángeles o St. Louis, en Arkansas o Wisconsin, en la entrada del remolque o la casa o el departamento de su marido, para sorpresa e infelicidad de los maridos, y de Charly, porque los maridos a menudo no tenían el dinero para pagar la deuda. Y así las mujeres de Cherán han demandado responsabilidad de sus hombres y la han obtenido con frecuencia.

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Bajo el cielo sudoroso.

En los campos ellos aran la tierra.

En los campos ellos siembran la tierra.

En los campos ellos rocían los pesticidas.

En los campos ellos entierran mangueras de irrigación.

En los campos ellos podan las plantas de jitomate.

En los campos la piel pálida de sus dedos se vuelve rosada por las frambuesas recolectadas.

En los campos ellos miran hacia arriba al avión de TWA que corta las nubes sudorosas.

En los campos ellos restriegan sus frentes con sus antebrazos.

En los campos ellos asienten al patrón con la cabeza .

En los campos ahora es la hora de la comida y ellos caminan a través del huerto de duraznos y a través de un hoyo en la cerca y a través del estacionamiento y alrededor del edificio y hacia arriba por la escalera donde alguien acaba de fumar un toque y ellos prenden la tele y remojan la tortilla en el mole y con sus tortillas, nunca usan tenedores o cuchillos y se acuestan en los sofás en la sala por veinte minutos y después vuelven a salir, atraviesan el hoyo en la cerca y vuelven a los campos.

En los campos flotan los narcisos.

En los campos las luciérnagas aparecen y desaparecen en la noche

En los campos ellos recuerdan Michoacán tocando música en una grabadora andrajosa y vieja.

En los campos Rosa recuerda sus hermanos.

En los campos Rosa puede ver a Yeni mirando a través de la ventana de la casa vieja donde la mujer de Víctor Izquierdo hace la limpieza del hogar.

En los campos Wense se está aburriendo.

En los campos Baltazar está pensando en un nuevo trabajo.

En los campos hay un descanso, que no es realmente un descanso, sólo un par de minutos para tomar una Coca o una Cherry Coke o una Diet Coke, y ¿a quién le toca ir a la máquina de refrescos?

En los campos los hermanos tiran las monedas

En los campos las monedas flotan y giran y brillan bajo el sol sudoroso.

En los campos cada hermano palmea una mano contra la otra para esconder la moneda y juntos dicen "¡1,2,3 !" y sus manos se levantan y en las palmas aparecen águilas y soles de plata y se ríen y ahora le toca a Gaspar.

……………..

Mientras Rosa y Wense debaten acerca de si quedarse o volver a casa, Balta parece resuelto a intentarlo en Estados Unidos. La última vez que cruzó la frontera – aquella vez en que Gaspar casi se ahoga – le hizo reconsiderar su constante ir y venir entre Cherán y St. Louis. "Se está volviendo tan difícil cruzar", dice Balta. Él ha optado por quedarse de este lado de la frontera. Después de todo, su hija Stefani es estadunidense. De ella es el futuro.

Él está sentado en la sala, relajándose después del trabajo. Ve el canal HBO. Balta tiene puesto shorts y sandalias y su eterno gorro de béisbol de Chicago White Sox. Acaba de tomar una ducha. Se encuentra sentado en la silla bajo la imagen de dos niños, un niño y una niña tomados de la mano, que cruzan un puente de madera envejecido que abarca un río rabioso, durante la noche, en una tormenta terrible, mientras un ángel con alas los contempla desde el cielo tormentoso. Se trata de un rompecabezas que la familia armó y pegó a un pedazo de cartulina. Es la pieza central de la sala.

Balta afirma que probablemente se quedará tres años en Estados Unidos sin volver a casa. Será su estancia más larga.

Si fuera por Balta, él seguiría yendo y viniendo. Pero para los migrantes, para quienes cruzar la frontera era tan fácil como saltar una reja, el ir y venir no es lo mismo que para un hombre de negocios tomar un vuelo en el trasbordador espacial.

El ángel de la frontera no aparece siempre cuando más lo necesitas.

……………….

¡La economía está en auge! A lo largo de Estados Unidos, los analistas de mercado y banqueros inversionistas y otros a los cuales se les paga bien por masturbarse con los números nos cuentan que es cierto. Y existe evidencia innegable – bajas tasas de desempleo, de inflación y de criminalidad – de que es así.

Lo que nadie dice es que parte de la economía todavía tiene que resucitar de la muerte de la desindustrialización. El desempleo es de 4.3 por ciento en este momento. Entre los jóvenes afroamericanos la cifra es de casi el doble.

Joe y yo tomamos el coche rentado y atravesmos St. Louis por la St. Charles Rock Road, una gran arteria que cruza de este a oeste. Solamente queremos obtener una imagen del lugar. Al acercarse al centro, St. Charles Rock se convierte en Martin Luther King Boulevard. Cuadra tras cuadra vemos edificios quemados y clausurados, como si una batalla hubiera tenido lugar aquí, casa a casa. Nunca en mi vida había vista tal destrucción urbana – excepto en el barrio de Mt. Pleasant de Washington D.C., o en fotografías del sur del Bronx en los años ochenta. Esto es el centro de St. Louis, tan sólo a un par de cuadras de distancia del distrito comercial, donde hombres de traje y mujeres de vestido y tenis se apresuran con sus cafés con leche para llevar de Starbuck´s. El Arco de St. Louis corona la devastación.

Neighbor

Manejamos a lo largo de Cass Avenue y de repente nos topamos con un desarrollo habitacional, un símbolo brillante de lo que pasará, de lo que está sucediendo a estos barrios a lo largo del país – un rediseño que sacará a los pobres del centro. Blancos y negros de clase media están entrando. Es sábado y un equipo de jardineros le está poniendo los toques finales al complejo, un cuidadoso y bellamente realizado cuadro de geranios, césped y árboles jóvenes.

El equipo de jardinería es, por supuesto, mexicano.

Land

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Un poco más allá en la avenida Cass, en la intersección con Grand, nos damos cuenta de un grupo de afroamericanos viejos sentados en sillas en la acera bajo la sombra de un gran árbol.

Reflexiono en voz alta para Joe preguntándole si deberíamos parar para conversar. Es uno de esos clásicos momentos de indecisión durante el trabajo documental en el que la espontaneidad puede estar a tu favor o en contra de ti. A veces, en un barrio donde no conoces a nadie o nada acerca de su historia, se te ve como un extraño del que hay que desconfiar y nada que hagas podrá hacerte ganar esa confianza– a veces incluso hay problemas. Pero en otros momentos todo cae en su lugar en cuestión de segundos y de repente el barrio y su significado surgen ante tus mismos ojos por medio de la generosidad de la gente que segundos antes era extraña.

Y así sucede con los ancianos de Near North St. Louis, pensionados que se juntan bajo el "árbol sombreado", como le llaman, y que miran como la vecindad cambia ante sus mismos ojos, lamentándose por lo que pasó, temiendo lo que vendrá.

Leo Williams, de 60 años, un nativo de Pine Bluff, Arkansas, que fue criado en St. Louis narra la historia de la desindustrialización. Él trabajaba en las compañías pesqueras del Mississippi, él trabajó en la Fundidora Americana de Automóviles, trabajó en la construcción…todas compañías que se han ido.

Su amigo Melvin Duane, de 59 años, trabajaba en una planta envasadora de carne que se mudó " oh, ya me olvidé hace cuantos años…"

Old timers

"Teníamos de todo acá–fábricas de calzado, todo tipo de fundidoras de acero, compañías eléctricas, compañías de pepinillos con enormes tanques viejos de vinagre, compañías de ropa… todas las companias tenían contrato con un sindicato."

Y en el barrio había tienditas familiares de abarrotes y heladerías y tiendas de reparación de calzado y centros de recreación…

Pero crecer en estos días en Near North St. Louis…los jóvenes de hoy, dicen los viejos, no pueden hacer mucho más que buscarse un trabajo en un restaurant de comida chatarra.

"Todo se dirige hacia la tecnología, Ud. sabe, computadoras", continúa Duane. "Todo tipo de alta tecnología. Y si los jóvenes negros no se consiguen una educación, la gente negra, punto, no habrá trabajos para ellos. "

Preguntamos acerca de los edificios quemados. Arson, nos dicen. Los dueños de la propiedad que le prenden fuego a sus propios edificios para cobrar el dinero del seguro. O los indigentes, que crean fogatas para mantenerse calientes en el invierno. O despreocupados adictos al crack.

" Vea Ud., todo está planeado, " dice Leo. Los terratenientes no le dan mantenimiento a sus edificios, los servicios del gobierno se retiran, el valor de las propiedades se deprecia, pavimentando el camino para que planeadores urbanos entren y compren el terreno a precios de ganga y entonces son construidos los nuevos edificios, donde las rentas se dispararán hacia el cielo.

Y entonces la conversación se vuelve hacia los inmigrantes…

"Los árabes son los que están tomando el control", dice Roosevelt Moore, otro anciano. "Y en Mississippi ellos tienen muchos mexicanos a los cuales no tienen que pagarles nada de impuestos y no hacen nada sino ganar su dinero y echárselo al bolsillo. Pero si eres un hombre negro se llevarán el impuesto y todo lo demás…"

El optimismo surge con dificultad desde la perspectiva de los ancianos negros de Near North St. Louis, un fuerte contraste con la perspectiva de los migrantes. Pero finalmente, los mexicanos y los negros comparten el mismo espacio aquí – y muy posiblemente el mismo futuro. Sigo pensando en el comentario de Leo acerca de la tecnología y la educación. Ni los afroamericanos ni los mexicanos en las ciudades del interior están recibiendo la educación necesaria para tener éxito en la economía de la información.

"St. Louis no aporta nada en ese sentido", dice Leo. "Si tienes algún tipo de talento tienes que irte…si eres un cantante, un boxeador, un bailarín o un baterista puedes empezar aquí pero acá no hay nada que hacer… "

"A las cinco de la tarde una de las ciudades más grandes de Estados Unidos está MUERTA…desde el condado vienen y trabajan durante el día y ¡ppppfffffft !, después de eso la puta ciudad está clausurada…"

Leo dice que debería haber dejado St. Louis hace años. Pero se casó y tuvo hijos–hijos a los que les ha ido bien por sí mismos, en realidad, y él simplemente nunca tuvo una oportunidad de mudarse. "Realmente me arrepiento de no haber dejado esta ciudad cuando era joven. Debería haber tratado en alguna de las costas. Debería haber dejado esta ciudad…todavía sigue siendo un pueblo."

Bajo el árbol sombreado los ancianos se quedan en silencio.

……………….

La familia Chávez-Cortéz insiste en invitarnos a cenar. A un restaurant mexicano, por supuesto. Se llama Las Palmas y es un lugar limpio y bien iluminado que atiende por igual a los migrantes y a los gringos amantes de la comida mexicana. Nos entretiene un dueto que toca canciones de la madre patria como "Qué lindo es Michoacán", que pide Wense. Cuando me toca, pido "Volver, volver", una especie de himno para los migrantes, hayan dejado México hace tres semanas o hace tres generaciones.

"Y volver, volver, volver

a tus brazos otra vez

llegaré hasta donde estés

yo sé perder, yo sé perder

quiero volver, volver, volver"

Cuando los migrantes cantan esta canción, el amor perdido es más que el de un ex novio o una ex novia. Es su madre en casa, el resto de la familia, sus amigos, el deambular alrededor de la plaza al anochecer; el objeto del deseo es el hogar.

Wense y Rosa son muy conversadores en la mesa recordando Cherán, pero Balta es reservado, casi taciturno. En un momento anterior de la noche me había contado de coqueteos que había tenido con gringas, encuentros que nunca acabaron en nada serio. Su mujer, Victoria, saldrá de Michoacán con Charly, el coyote, cualquiera de estos días. Para Balta, ella nunca podría llegar demasiado pronto.

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Domingo por la tarde. Como la semana pasada en Watsonville, como en cualquier lugar en Estados Unidos donde los migrantes viven y trabajan, se flojea, se toma cerveza, se mira la tele, se cambian las bujías del coche mientras se toma cerveza y se conversa con los amigos…

Los hermanos Cortéz juegan basketball en un parque cercano directamente debajo del sendero de aterrizaje de los aviones que se acercan al aeropuerto internacional Lambert, mientras que el rugido de las turbinas arrolla sus gemidos y sus gritos y el golpeteo de la pelota en la cancha de asfalto.

Basket ball

La gente de Cherán adora el basketball, incluso más que el fútbol. Quizás sea así porque el basketball es el deporte que se acerca más al ritmo de sus vidas: veloz, como en el quiebre rápido, como en el robo de pelota y en la carrera limpia a través de la cancha para el enceste, como en ese momento cuando pierdes al defensa y el tiro es bueno y tú saltas y la pelota hace un arco y termina en la meritita canasta.

Volvemos a casa a tiempo para ver los momentos finales del juego entre Jazz y Bulls. Michael Jordan le quita la pelota a Karl Malone con un golpe de cachetada. Se aleja. Salta. La meritita canasta.

Los hermanos Cortéz están regocijantes. Ellos serán fans de los Bulls hasta el final.

¿Ya les dije que la madera para la cancha de los Chicago Bulls fue cortada por un grupo de hombres de Cherán que trabaja en los aserraderos de Arkansas?

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15 de junio

ÚLTIMAS NOTICIAS: El proyecto "Los nuevos americanos" de ZonaZero se suspende hasta nuevo aviso. A Joe le ha dado un caso muy severo de infección intestinal, y su doctor le ruega que vuelva a casa y descanse. Realmente es bastante sorprendente que haya llegado tan lejos. No ha estado en su mejor condición física desde el inicio de este viaje pero ha salido al terreno desde el inicio de este viaje para dar lo mejor de sí.

Al menos llegamos a la mitad. Por lo menos vimos el río Mississippi. La próxima vez que salgamos a la carretera–Joe se tomará un tiempo para recuperarse, Rubén terminará su libro y entonces nos juntaremos nuevamente para completar el viaje–prometemos cruzarlo.

Ha sido una experiencia ardua y gratificante esta exploración del espacio real y virtual. Ha habido errores y aciertos, como es típico de cualquier experimento, pero en general estamos muy orgullosos de ser parte de este proyecto. Nos gustaría agradecer a Pedro Meyer, Trisha Ziff y a Julie Donadieu, José Antonio Alcántara, Lalo Greiner y José Luis Bravo, su equipo en la ciudad de México, por sus incontables horas de apoyo técnico y de diseño. Asimismo, Joe y a yo querríamos agradecer a Sandy Close, la editora ejecutiva en Pacific News Service, que ha apoyado nuestro trabajo acerca de la migración por muchos años — sin ella este proyecto jamás se habría relizado. Pero más que nada, nos gustaría agradecer a las familias que nos permitieron entrar en sus vidas de manera que pudiéramos comprender mejor la naturaleza del camino que todos nosotros, de una u otra manera, estamos recorriendo.

Pronto…nos veremos todos en el camino otra vez. Hasta entonces…

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Rubén Martínez

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