Prefacio
por Lauren Greenfield

Los Ángeles es donde crecí y formé muchas de mis ideas acerca de mí misma y del mundo. Como fotógrafa documental muy a menudo enfocada en otras sociedades, quise volver mi atención a un sujeto de una relevancia personal más próxima. Anteriormente había fotografiado culturas, desde aristócratas franceses a indígenas mayas, donde obtener acceso a un mundo cerrado ya era una proeza en sí. Al explorar mi propia cultura podía comenzar con un nivel de acceso y comprensión imposible en otra parte, aun tras haber realizado el trabajo de investigación y de campo más extenso. Desde la primera vez que dejé Los Ángeles para ir a la universidad, mis recuerdos más vívidos de la ciudad han girado en torno a la preparatoria. Cuando me mudé de vuelta a Los Ángeles ya siendo adulta y como fotógrafa, regresé al sitio evocativo de una etapa formativa de mi vida. Viviendo deprisa es el resultado del viaje de cuatro años que siguió a mi llegada, viaje al interior del mundo de la juventud de L.A.

Comencé este viaje en el lugar que me era más familiar, mi propia preparatoria. Crossroads, una preparatoria privada en el Westside de Los Ángeles, era un punto natural de arranque. Los recuerdos personales me sirvieron de inspiración y como un rudimentario mapa de carreteras, el cual detallé, alteré y amplié con la ayuda de la gente que conocí y fotografié. Desde el principio grabé entrevistas con mis sujetos. Directa e indirectamente me dijeron qué fotografiar y qué era lo importante. Sus palabras cándidas y perceptivas me instruyeron sobre su experiencia y me guiaron a través de un territorio confuso. Hacia el final del proyecto había viajado a través de mundos que jamás habría podido imaginar.

Mi viaje fue uno azaroso y asociativo. Empecé por seguir mi intuición, la cual apoyé, mientras avanzaba, con investigación periodística más tradicional. Un tema común que me mantuvo centrada a todo lo largo fue el de una sensación de pérdida temprana de la inocencia. Observé esto en muchas formas, y los jóvenes lo subrayaron una y otra vez en sus entrevistas. Como dijo un adolescente, "Creces muy rápido cuando creces en L.A. Parece que todos tuvieran prisa por convertirse en adultos. No es cool ser chavo."

Los Ángeles es una ciudad única donde crecer: como centro de la industria del entretenimiento, genera mucha de la cultura popular que es tan integral a la vida de los adolescentes en todo el mundo. Como los jóvenes de todas partes, los adolescentes de L.A. están fuertemente influidos por la televisión y las películas que ven, las revistas que leen, y la música que escuchan. Si algo, la cercanía de Hollywood amplifica su significado y su influencia. Al mismo tiempo, la experiencia de los adolescentes de L.A. ha inspirado muchos productos de moda de los medios, tales como la serie de televisión Beverly Hills 90201, las películas Clueless y South Central, e incontables videos musicales. Por medio de la influencia que ejercen en los principales medios, los adolescentes de L.A. ayudan a crear las modas y actitudes que reverberan entre la juventud internacional. La relación entre Hollywood y los adolescentes que crecen bajo su sombra epitomiza la dialéctica moderna entre chavos y medios de comunicación, entre realidad y fantasía.

Debido a que comencé mi trabajo en una escuela privada en el Westside de L.A., los sujetos de mis primeras fotografías eran a menudo gente de dinero. Aunque Crossroads cuenta con un cuerpo estudiantil diverso debido a un generoso programa de becas, hay, sin embargo, muchos alumnos cuyos padres trabajan en la industria del entretenimiento. Me intrigó la cultura influida por Hollywood que todos los estudiantes parecían compartir, sin importar las circunstancias económicas de sus familias. Desde un principio fueron notables las preocupaciones materiales de los chavos. Al inicio del proyecto, tres chavos de primero de secundaria me preguntaron qué hacía. "Un proyecto sobre lo que es crecer en L.A.," les dije. Uno de ellos me lanzó esta respuesta de vuelta, "Si estás haciendo una historia sobre lo que es crecer en L.A., tienes que mostrar dinero. De eso es de lo que se trata." Luego él y dos amigos levantaron billetes para que los fotografiara. No fue sino hasta que miré la película fotográfica procesada que me di cuenta que lo que ondeaban los chavos de trece años eran billetes de $100 dólares.

Aunque recordaba la importancia de los coches y la ropa y, por extensión, del dinero, de mi propia experiencia en la preparatoria, también me di cuenta de un nuevo fenómeno. En los años que transcurrieron desde que me gradué de la preparatoria, MTV se había convertido en una fuerza cultural importante dando entrada al ascenso del "gangsta" rap y la cultura hip-hop. En la música, la moda, la actitud y el lenguaje, su influencia era evidente y extendida. La pandilla como un nuevo tipo de familia, el deseo de ser "duro", el materialismo extravagante expresado en la cultura hip-hop , todo esto tenía un atractivo que parecía cruzar las divisiones socioeconómicas. Los niños de cualquier situación idealizaban las imágenes del gangsta rap e imitaban aquellas que faltaban en sus propias vidas. Los niños adinerados se vestían y hablaban como pandilleros; los niños de zonas marginadas simulaban los atavíos de la riqueza.

Aunque las modas van y vienen, especialmente entre los adolescentes, me intrigaba el papel que jugaban los medios como fuerza homogeneizadora. Contra el fondo contrastante creado por las obvias diferencias materiales y culturales, empecé a explorar las formas en que los jóvenes de diversas procedencias eran influidos de manera similar por una cultura popular que comparten.

Como un conglomerado de suburbios conectados por autopistas, Los Ángeles es una ciudad donde los residentes pueden pasar la mayor parte de sus vidas en enclaves virtualmente homogéneos. Habiendo crecido en el Westside, la primera vez que fui a South Central fue como fotógrafa, cubriendo mi primera noticia para Newsweek : los disturbios de 1992. Después de los disturbios civiles, muchos adultos en Los Ángeles hablaban de una mayor conciencia de las comunidades vecinas, una especie de despertar. En un texto de opinión en el Los Angeles Times, el escritor Richard Rodríguez decía que Los Ángeles había perdido su inocencia de suburbio y que una nueva ciudad se estaba formando. "La gente en Los Ángeles está preocupada una de la otra, no pueden olvidarse unos de otros." Concluía que era "mejor que no se cayeran bien unos y otros, que no saber que existía el desconocido."

Los niños que fotografié ya estaban preocupados los unos de los otros y nunca tuvieron esa "inocencia de suburbio". De muchas maneras están más conectados con la experiencia del otro que sus contrapartes adultas. Han pasado menos tiempo con sus padres que los niños de generaciones anteriores, y crecientemente han sido socializados por los medios y entre sí. Son miembros de un nuevo tipo de comunidad. La suya no es una comunidad tradicional en el sentido de compartir una geografía o instituciones sociales, pero una comunidad en el sentido de la "aldea global" de Marshall McCluhan, una comunidad de influencias compartidas que crea valores compartidos.

Dentro del contexto de esta nueva comunidad, el proyecto se desarrolló orgánicamente, extendiéndose desde la adinerada comunidad de Crossroads a los mundos de East L.A. y South Central. Los alumnos de las escuelas particulares me presentaron entre sí y me introdujeron al mundo de las brigadas de grafiteros (tagger crews), las brigadas de fiestas (party crews), y de los pandilleros. Beverly Hills me introdujo a East L.A. Mi televisión me presentó a la cultura hip-hop y al gangsta rap. Un rapero luchando por hacerla me trajo a la riqueza del suburbio de Calabasas. South Central y East L.A. me iniciaron en las últimas modas. Las revistas de moda me mostraron las imágenes de belleza a las que aspiran los niños. No sabía cómo embonarían todas las piezas, pero dejé que un sujeto me llevara al siguiente.

Conforme avanzaba mi trabajo, también fui en busca de sujetos que pensaba podrían iluminar la naturaleza del alcance de Hollywood. Tomé fotografías de alumnos de escuelas públicas de Hollywood High, quienes recorrían largas distancias desde los suburbios y zonas marginadas persiguiendo sueños en el negocio del espectáculo en una escuela para las artes escénicas que los atraía como imán. Ellos me mostraron el poderoso atractivo del sueño de Hollywood, así como el dramático contraste entre la ruinosa colonia que es el Hollywood geográfico y el "Hollywood" mítico asociado a la industria del entretenimiento (mucho del cual está ahora situado en zonas más exclusivas de L.A.). Fotografié a niños que ya eran estrellas y a niños que trabajaban duro por hacerla en "el negocio".

A lo largo del trabajo, un sorprendente punto en común fue la importancia de la imagen y la celebridad. Tan inocuamente como ofrecer la fiesta más extravagante o crear un estilo individual, tan gravemente como matar a un miembro de otra pandilla, los chavos de L.A. están ocupados en la añeja persecución hollywoodense de volverse famosos. La búsqueda de notoriedad se ha convertido en un rito de paso. En un momento de la vida en que los jóvenes luchan por formar sus identidades, esta lucha cobra otras dimensiones en el contexto de Los Ángeles y Hollywood. Sea el deseo de ser un adulto cuando uno es un niño, de ser un pandillero cuando uno vive una situación económicamente privilegiada, de ser famoso cuando uno es desconocido, o de parecer modelo cuando uno no tiene ese aspecto, los jóvenes están preocupados por convertirse en aquello que no son. Los Ángeles, en su papel tradicional de ciudad de los sueños, le ha legado a sus hijos la búsqueda del sueño. La timidez que se oculta tras sus aspiraciones, inevitablemente hace que el precio sea su inocencia.

Las fotografías y entrevistas en esta exposición (que también conforman un libro) son el resultado de una danza entre yo misma, mis sujetos, y sus realidades como las he visto. Todo se ha filtrado a través de mi propia percepción, formada por la observación, la investigación y la experiencia personal. Pasé el mayor tiempo posible con mis sujetos, y muchas de las situaciones que aparecen aquí son unas que vi repetirse en diversas formas en ocasiones distintas. A veces mis fotografías y entrevistas son del mismo día. En otros casos, la entrevista tuvo lugar semanas o meses después de que fue tomada la foto. Como las fotografías reflejan mis percepciones, espero que las entrevistas les permitan a los chavos hablar por sí mismos. Ellos también expresan interpretaciones subjetivas, cosa que debe tenerse en mente cuando se trata de sus comentarios sobre padres, maestros y otros adultos o niños.

Este trabajo de ninguna manera tiene como fin presentar una imagen definitiva ni de lo que es crecer en L.A., ni de un individuo en particular. Aunque mi viaje implicó deambular muchísimo, con lo que logré fotografiar una gran variedad de situaciones, el trabajo final, tal y como aparece aquí y en el libro, se centra estrechamente en la forma en que los valores de Hollywood se presentan en los rituales y la vida cotidiana de los jóvenes. Como consecuencia, muchos aspectos de las vidas plenas y diversas de los sujetos no se incluyen en este trabajo. Las fotos no tienen la intención de ser retratos y no intentan retratar la "esencia" de los sujetos individuales. Lo que sí he intentado es realizar fotos que revelen un elemento de nuestra cultura tal y como se manifiesta en las vidas de los niños. Si los lectores perciben una perspectiva crítica en mis fotos, es una crítica de la cultura y sus valores, no de los chavos o padres que se adaptan a ella. Más que cualquier otra cosa, mi perspectiva se vio influida por las ideas que mis sujetos tenían sobre sus propios mundos.

Para los niños y familias a quienes fotografié y entrevisté, no tengo sino la más profunda gratitud. Me dieron un regalo enorme al dejarme entrar en sus vidas y al instruirme sobre su experiencia. Cándidamente me contaron sus historias y permitieron que los rituales cotidianos de sus vidas se desenvolvieran delante de mi cámara. Confío en que todos podamos aprender de su generosidad, como yo lo he hecho. Me han ayudado a comprenderme mejor y también a madurar en el proceso. De muchas maneras, este proceso ha sido mi propia llegada a la mayoría de edad.

Estoy especialmente agradecida con un niño en particular, Ennis Beley, quien era un bellísimo fotógrafo por derecho propio. Nos hicimos amigos al poco tiempo de yo haber iniciado este proyecto, cuando él sólo tenía doce años de edad. Aunque rara vez fue el sujeto de mi fotografía, como amigo y consejero me enseñó mucho sobre la experiencia de crecer en Los Ángeles. Lo mataron en un brutal asesinato entre pandillas justo antes de cumplir dieciséis años y justo cuando yo estaba terminando el libro. En su vida y en su muerte, Ennis me hizo comprender el privilegio tan delicado y fugaz que es la infancia. No puedo pensar en lo que es crecer en L.A. sin pensar en él.

Dedico este libro a su memoria, y a mis padres, a los que les debo todo.

Viviendo deprisa es un libro publicado por Knopf y Melcher Media y es una exposición itinerante organizada por el Centro Internacional de la Fotografía (International Center for Photography).

Viviendo deprisa fue posible gracias a los generosos apoyos de National Geographic, los laboratorios de color A&I y el Maine Photographic Workshop (Taller Fotográfico de Maine).

 

Se puede contactar a Lauren Greenfield en: LGreen66@aol.com