Autorretrato con mi madre

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Recuerdo mi regocijo al descubrir las gomitas Haribo, la Nutella y la margarina empacadas en sólidas cajas de cartón y acomodadas entre la colorida ropa que nos enviaban nuestros parientes que vivían en Alemania Occidental, en una época en la que en Polonia carecíamos de las cosas más básicas. Era toda una celebración; la familia entera se reunía para abrir estos regalos empacados en cajas.


La ropa, aunque de segunda mano, le quedaba muy bien a mi madre. Ella decía que no había necesidad de comprar ropa nueva, y prefería ahorrar ese dinero para cubrir pagos más importantes. Ella siempre se vestía de forma modesta y no le gustaba el negro. Hay gente que dice que la ropa que uno se pone es una manera de crear una identidad propia. Toda su vida, mi madre usó ropa que ella nunca escogió.


El 28 de febrero de 2012, cuatro años después de su muerte, empecé a revivir el pasado. Mi trabajo desde entonces toma como punto de partida mis recuerdos y mi añoranza. Autorretrato con mi Madre es un intento de resumir esa época y avanzar para dejar atrás el pasado – y reconciliarme finalmente con la realidad.


La casa de mi abuela –en la que mi madre, mi hermana y yo crecimos, ahora está vacía y fría, prácticamente en ruinas. Es aquí en donde he conservado la ropa de mi madre desde que ella murió. Y ahora que mi abuela también ya murió, es aquí donde he estado pintando estos autorretratos y recreando los vestidos y atuendos, y la forma en que mi madre los combinaba, a partir de mis recuerdos. Hace poco me probé uno de esos atuendos que llegó en una de esas cajas hace muchos años. Encontré un cabello rubio de ella en un abrigo verde.



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Ropa “de casa”. La recuerdo sentada al piano, concentrada, su mano llevando el ritmo, escuchando con infinita paciencia el repiqueteo que producían sus estudiantes, y todavía puedo escuchar su apacible voz: vamos a repetir esta parte. Al día de hoy no entiendo cómo podía escuchar eso. Mi hermana y yo nos teníamos que salir de la casa después de un rato.

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Ropa “de boda”. Tengo 7 años, es principios de los noventa y es la boda de una prima, con 150 invitados; no conozco a la mayoría. Me lleno la boca de pastel mientras observo a mis padres bailar al ritmo de una mala versión de la canción de Krawczyk. A mi madre le encantaba bailar y era muy buena. Se ven bien juntos, se entienden sin hablar. A ella no le gustaban este tipo de fiestas, en las que hablas con familiares a los que sólo ves en bodas y funerales. ¿De qué les hablas? Es mucho mejor bailar y sonreír.

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Ropa “de trabajo". Salón pequeño y mal amueblado en la Escuela Primaria No. 2 a la que mi hermana y yo asistimos. Letrero en la puerta con la leyenda "Director de Actividades Extra Curriculares". Mamá en su escritorio escribiendo un informe sobre los logros de “Alkatras” (un club para jóvenes con problemas) y “Orlik” (club para niños y adolescentes) en preparación para una reunión con el alcalde de la ciudad. La espero pacientemente en una esquina; Quiero caminar de regreso a casa con ella.

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Ropa “para viajes”. El día que partimos. Mucha gente en el andén. Estoy apretando las manos de mi madre y de mi hermana. De pronto estoy en el aire. Mi madre me ha levantado para ser recibida a través de la ventana de la cabina por los brazos de mi padre. Dos maletas pasan a través del mismo lugar después de mí. De alguna manera mi madre y mi hermana se unen a nosotros. El lugar está abarrotado y mal ventilado y así pasamos las siguientes 14 horas. Sin embargo, dos semanas de vacaciones en la playa bien valen la pena el malestar. Mamá ha preparado sándwiches, huevos duros, jitomates y té en una botella de vodka Wyborowa, pasamos unos ‘Minutos Contentos' (Happy Minutes) (revista de rompecabezas para niños de la Polonia comunista). A ella le encanta el mar. Se encuentra perdida en sus pensamientos, creo que ya huele el mar, el sonido de las olas y el chillido de las gaviotas. Puede que su vestido azul esté hecho de tela barata, pero no se arruga y se seca en 2 minutos - perfecto para este tipo de viajes.

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Ropa “de Navidad”. Es la víspera de Navidad, mamá está trajinando en la cocina y saca las carpas doradas del horno con cuidado para no mancharse con la mantequilla caliente. Incluso se ha maquillado, de verde, para hacer juego con su atuendo. Está feliz. Adora la Navidad. Después de la cena, toca el piano y todos cantamos villancicos.

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Ropa de “fin de semana”. Día soleado, toda la familia se encuentra reunida en el jardín de mi abuela, hay salchichas en el asador, los pájaros cantan, hay muchas risas y buena conversación. Cuando usa este vestido, mi madre siempre está sonriendo y relajada. Sólo lo usa en días soleados, cuando no tiene que trabajar.

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Ropa “de jardín de niños"¿” (kínder). Ella prepara a los pequeñines del jardín de niños de la mina de carbón para las diversas funciones que éste ofrece. Les enseña canciones sobre sus madres, los rostros ennegrecidos de los mineros o los valientes soldados polacos. Ella conoce una canción para cada ocasión. Usa blusas con grandes patrones geométricos para los niños. Los niños la adoran, adoran a esa señora gordita y feliz quien con sus mejillas sonrosadas toca el piano para acompañar su canto frente a sus orgullosos padres.

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La mejor “ropa de domingo”. Se celebra el día de San Jorge. Toda la familia asiste a la feria de la iglesia. Primero vamos a ver los puestos de juguetes de plástico, luego vamos al campo de tiro, y papá logra ganar un ramo de flores falsas, de colores chillones, para mamá. No puede faltar el algodón de azúcar color rosa, mi hermana y yo tenemos que ponernos firmes para que nos lo compren, ya que es malo para los dientes y nada saludable. Pero mamá siempre cede al final, y además, la abuela nos da dos anillos “de oro'” con “joyas” de color rosa. Felicidad total. Antes de irnos, suplicamos para que nos dejen dar una vuelta más en los “caballitos”, sólo una más. Y entonces emprendemos el camino de regreso, dejamos atrás los cohetes, mamá, papá y la abuela felices y parlanchines; mi hermana sopla un silbato de juguete; y yo feliz con un globo atado a mi mano.

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Ropa “de invierno”. Mi madre salía hacia el trabajo en la oscuridad; nosotros todavía dormíamos cuando ella se iba. Tomaba un autobús rojo que la llevaba a su trabajo en la escuela de música. No teníamos coche. Esperaba el autobús en el frío, dando pequeños saltitos de un pie a otro en un vano intento por no sentir el frío, y sin saber a ciencia cierta si el autobús haría su aparición. De regreso, pasaba a hacer las compras. Caminaba lento cargando las pesadas bolsas, para no resbalar. Llegaba a la casa tiritando de frío y con la nariz y las mejillas rojas. Sus empapadas botas negras pasaban la noche en un charco de nieve derretida debajo de un radiador en la cocina.

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Ropa “de vacaciones”. Es verano, además de la fuerte luz del sol y el olor del café recién hecho, la voz de mamá nos despierta. Me asomo rápido a través de las cortinas, observo una línea de ropa que debió haberse lavado muy temprano tendida afuera, parece estar ya completamente seca. No puedo ver a nadie, pero sé que ella está ahí. Estiro el cuello y logro distinguir su rubia cabellera y el humo de un cigarrillo. La hora del ‘chisme’ con los vecinos está en pleno apogeo. Descalzas y en pijama, mi hermana y yo salimos al porche y nos sumamos a este momento. Nos encanta el verano. Mamá va a estar en casa con nosotros durante dos meses completos.

 

 

jonderkoKarolina Jonderko (Polonia, 1985). Vive y trabaja en Polonia. Se graduó en la Silesian Voivedship Marshall en el campo de la cultura y en el Warsaw Film School. Estudiante de fotografía del Polish National Film, Television and Theatre School in Lodz, Polonia. Ha participado en diversas exposiciones nacionales e internacionales. La mayor parte de su obra se basa en la experiencia y los recuerdos de infancia. Su trabajo se puede consultar en: karolinajonderko