"¿En que parte del cuerpo residen
la dignidad y la gloria?"

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© Pedro Meyer, 2005

 

 

 

 

 

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Al visitar el Museo del Palacio de Cortés en Cuernavaca, aquí en México, me topé con la estatua de un general con una sola pierna. Desde que descubrí que la pierna izquierda del general había sido sepultada con honores militares, me he preguntado cual es la parte exacta del cuerpo humano en donde se encuentran la dignidad y la gloria. Durante el entierro de la pierna, una parte de él que le había acompañado durante sus actos heroicos como general y con la cual había escalado escarpadas colinas, me contaron que todo un batallón se formó cuidadosamente entre los árboles del cementerio mientras seguían la melodía del clarín de orden. La extremidad fue depositada en la cripta familiar en un ataúd especial, y cada año, el Día de Muertos, el general iba al cementerio a llevar flores a esa parte de su cuerpo, que había partido antes que él.

El general no lloraba por esa parte de sí mismo, sino que se sentaba a recordar las hazañas en las que habían participado juntos, que no solo eran escenas bélicas, sino bailes en el club de oficiales. Se preguntaba acerca de esa parte de su cuerpo que ya se había adelantado hacia la eternidad, si estaría en el Cielo o en el Infierno. Miraba fijamente a la tumba pensando si tendría que seguirla a uno u otro.

Esta historia, que conté hace algunos años en una conferencia en California, la relacioné, en una metáfora Mac Luhanesca del Internet de cómo percibimos a la computadora como una extensión de nuestro cuerpo. Sin embargo la misma historia me vuelve ahora a la mente, solo que esta vez en un contexto totalmente distinto, pues medito sobre lo que le sucedió a la “fotografía de la calle” que hice durante las últimas décadas comparada con lo que hago en la actualidad.

© Pedro Meyer, 2005

Uno puede facilmente ubicar mi trabajo en la categoría de la fotografía de la calle, que es donde la mayor parte de mi trabajo tiene lugar. No obstante, esas imágenes no están concluidas necesariamente en los mismos tiempos en los que lo hacían anteriormente. Esto es, una vez que la imagen se había plasmado en la emulsión de la película, eso era todo. Lo que se elaboraba después en el cuarto oscuro alteraba las cosas de una manera más bien limitada. Ahora puede ser que la imagen capturada por la cámara sea tan solo el punto de partida de toda una travesía creativa. Aun cuando no todas las fotografías son transformadas por medio de la computadora, muchas imágenes son efectivamente alteradas en varios grados de maneras que van mucho más allá de lo que permitía el cuarto oscuro. Es muy obvio que las habilidades y los criterios que se requieren para ambos contextos, la calle por un lado, y el trabajo frente a la computadora por el otro, tienen que ser evaluadas con una serie de ideas nuevas en mente. Cuando preguntamos “¿en que parte del cuerpo residen la dignidad y la gloria?”, es como plantearse si lo sustancial es lo que fotografié en la calle o lo que le hice a esa imagen después de trabajarla en la computadora. ¿Es el termino “fotografía de la calle” siquiera aplicable en tales circunstancias? Creo que esta pregunta es bastante importante.

© Pedro Meyer, 2005

© Pedro Meyer, 2005

Mi intuición me dice que ésta, desde luego, sigue siendo “fotografía de la calle”, puesto que el espíritu e interés que me llevaron a capturar un momento específico siguen presentes. Lo único que ha cambiado se refiere a la representación estética. Entonces he comenzado a recordar y llegué a la conclusión de que desde la aparición de la fotografía, la tecnología siempre ha transformado la estética de la fotografía de la calle. Por ejemplo, cada vez que salía un nuevo tipo de película, o la luminosidad de una lente, nos permitía hacer cosas en formas y lugares distintos. El color que se capturaba cambiaba con cada generación de película que aparecía en el mercado.

Por alguna razón, todos esos cambios graduales ofrecidos por la tecnología de aquella época (principalmente películas y lentes), que afectaban cómo fotografiábamos, lo que fotografiábamos y cómo aparecía ante el ojo, nunca tan fueron cuestionados como hoy en día, ya que, después de todo, tales modificaciones tenían lugar frente al lente de la cámara. No es que no hubiera cambios tecnológicos que con el tiempo transformaran la estética de los fotógrafos de la calle, sin importar si trabajaban en color o blanco y negro, por que siempre estuvieron presentes, pero el que esos cambios tuvieran lugar en el tiempo/espacio antes que la imagen fuera capturada en vez de después, ha creado una gran diferencia conceptual.

No obstante, el ritmo que existe al tomar una foto callejera es ciertamente muy distinto del momento más contemplativo que se dá frente a la pantalla de la computadora. La cuestión es entonces, ¿es el trabajo hecho frente al monitor el equivalente al tiempo trabajado en el cuarto oscuro? Si llegamos a la conclusión de que así es, entonces es muy posible que, después de todo, el cuerpo del general y su pierna se reencuentren en el más allá, tal como el término de fotografía de la calle se reconciliará con el trabajo hecho en la calle combinado con la computadora. Si la computadora es el equivalente de un cuarto oscuro con esteroides, entonces me parece que lo que va a suceder es que tendremos que replantear nuestro discurso para permitir un enfoque nuevo y fresco a la fotografía de la calle.

Probablemente les llevará otros seis a diez años a los curadores, críticos, teóricos y demás el poder responder a estas cuestiones para poder llegar a un entendimiento significativo del discurso fotográfico que se está transformando en el momento mismo en que ustedes leen esto. Allí se halla uno de los retos más grandes, el absorberse dentro del proceso mismo de lo que se está describiendo, de los continuos cambios que están teniendo lugar y que por lo tanto nos llevarán hacia una respuesta correcta a la pregunta ¿en qué parte del cuerpo residen exactamente la dignidad y la gloria?.

Pedro Meyer
Coyoacan, Ciudad de Mexico
Julio 5, 2005



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